Las OPP y las bonificaciones en las
ayudas plataneras

Artículo en Blog de CajaSiete, 16 de agosto de 2018

Leopoldo Cólogan


Arico, Sur de la Isla de Tenerife. Foto de Cristina Rodríguez de Azero.

En un reciente acto de la Asociación para el Progreso de la Dirección en Canarias me recordaron un proverbio africano que dice, “solo para ir rápido y acompañado para ir lejos”; en el mundo digital del siglo XXI ambas cosas se pueden combinar, dado que existen formas distintas de acompañarse y, al mismo tiempo, coger la velocidad de ir solo, respetando el desarrollo personal e independiente.

Es una cuestión de sinergias y de aportar algo a la sociedad.

Todo cambia, y las grandes organizaciones también lo hacen, porque, entre otras cosas, han recibido los mensajes de los llamados “millennials”, los nacidos después del 90, que, como se nos apuntó en el magnífico Legal Management Forum celebrado en el año 2017 en Madrid, desean autonomía, flexibilidad, proyectos que les hagan desarrollarse y tener una razón para estar en una organización, necesitan sentirse vinculados con un proyecto y les gusta viajar para vivir experiencias.

Es decir, lo que hemos querido todas las generaciones anteriores, pero ellos lo han estado llevando a la práctica como una filosofía de vida, lo que despertó a las organizaciones que querían captar nuevo talento, dado que, sorprendentemente y en algunos casos, ni siquiera acudían a entrevistas convocadas para los viernes por la mañana, por afectar a su libertad del jueves por la noche.

Esa capacidad de organizarnos y cooperar es, precisamente, lo que nos diferencia del mono y motivó la primera revolución humana, la cognitiva, ser capaces de comunicarnos y cooperar con más de ocho congéneres, como nos hace reflexionar el profesor de historia Yuval Noah Harari, en su libro “Sapiens. De animales a dioses”.

A esto, y una vez superada las necesidades básicas para la supervivencia, hay que sumarle el cómo, con los valores y la ética de aportar algo que trascienda y permita mantener el equilibrio, no dejando en manos de unos pocos la producción mundial.

“Difícilmente un colectivo será capaz de aportar algo de valor a la sociedad, si previamente no existe un compromiso individual de cada uno de sus miembros, asumiendo su parte de responsabilidad en ello.”

Son muchas las figuras ficticias que el ser humano ha creado para fomentar y canalizar esa cooperación, buscando intereses comunes sin, en algunos casos, siquiera conocerse. Lo importante es que se crea en ellas.

Una de esas figuras son las organizaciones de productores que, según el Reglamento (UE) nº 1308/2013, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 17 de diciembre de 2013, desempeñan una importante función en orden a la concentración de la oferta y mejora de la comercialización y planificación, la adaptación de la producción a la demanda, así como en la optimización de los costes de producción y estabilización de los precios, fortaleciendo así la posición de los productores en la cadena alimentaria.

Un ejemplo de ello, han sido las organizaciones de productores del sector platanero de las Islas Canarias, cuyos productores se han ido adaptando de forma camaleónica a los cambios; desde el monopolio de un mercado nacional a una economía globalizada, que no siempre respeta equilibrios, ni valores, ni ética; y desde un consumidor cautivo, que necesitaba cubrir sus necesidades básicas, al denominado “customer power”, el consumidor que tiene el poder de decidir qué consume y de ser más exigente con valores y ética.

Ahora, las organizaciones de productores del sector del plátano tienen hasta el 27 de abril de 2019 para adaptarse al Decreto 48/2018, de 16 de abril, por el que se regula el reconocimiento de las mismas, que adapta la regulación al Reglamento (UE) nº 1308/2013, que establece un número mínimo de miembros y/o volumen o valor de la producción comercializable, así como el establecimiento de excepciones a la exigencia de pertenencia a una sola organización de productores, y deroga el Decreto 87/2002, de 16 de julio.

Como reconoce el mencionado decreto, las organizaciones de productores constituyen uno de los mejores instrumentos vertebradores del sector agrario, que sirve para afrontar de manera más eficaz las situaciones de crisis, y contribuye a la mejora de las condiciones económicas de producción y comercialización, garantizando un nivel de vida equitativo a los productores.

Uno de los grandes éxitos de las organizaciones de productores de plátanos es el haber mantenido durante muchos años una gran actividad agrícola, con fincas en producción y con el primer producto de exportación de Canarias, y todo ello, gracias, en gran medida, al haber vinculado a la venta y comercialización de la producción, el reparto de la ayuda que recibe el sector agrario de las regiones ultraperiféricas de la Unión Europea, destinadas a paliar los sobrecostes de nuestra agricultura y ganadería debidos al alejamiento, la insularidad y la fragmentación del territorio.

En consecuencia, y a pesar de la existencia de resoluciones contradictorias, en mi opinión, se mire como se mire, el importe de dicha ayuda forma parte de los rendimientos derivados de la venta de los bienes corporales producidos en Canarias, y por tanto, debe considerarse su inclusión a los efectos de la bonificación del 50% de la cuota íntegra regulada en el artículo 26 de la Ley 19/1994, de 6 de julio, de modificación del Régimen Económico y Fiscal de Canarias.

La efectiva aplicación de lo anterior, hace necesario que el esfuerzo individual de los productores de plátano y de las OPP sea acompañado por la labor de los organismos competentes en la interpretación y aplicación de la citada normativa para poder así, como dice el proverbio africano, llegar lejos, que es lo que beneficia al interés general.