Pekín, Bogotá, Ciudad de México, Atenas, Tánger, Constantinopla, Washington D.C., Buenos Aires, Moscú, Tokio, Chicago


Se entiende por «tratado» un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular, tal y como establece el artículo 2 de la Convención de Viena sobre el derecho de los Tratados, de 23 de mayo de 1969, a la que se adhirió España por Instrumento de 2 de mayo de 1972. En dicha Convención se recoge que:

“Considerando la función fundamental de los tratados en la historia de las relaciones internacionales;

Reconociendo la importancia cada vez mayor de los tratados como fuente del derecho internacional y como medio de desarrollar la cooperación pacífica entre las naciones, sean cuales fueren sus regímenes constitucionales y sociales;

Advirtiendo que los principios del libre consentimiento y de la buena fe y la norma «pacta sunt servanda» están universalmente reconocidos;

Afirmando que las controversias relativas a los tratados, al igual que las demás controversias internacionales, deben resolverse por medios pacíficos y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional;

Recordando la resolución de los pueblos de las Naciones Unidas de crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados;

Teniendo presentes los principios de derecho internacional incorporados en la Carta de las Naciones Unidas, tales como los principios de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, de la igualdad soberana y la independencia de todos los Estados, de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, de la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza y del respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos y la efectividad de tales derechos y libertades.”

Un ejemplo es el Convenio de Extradición entre el Reino de España y la República de Colombia firmado el 23 de julio de 1892, al que se refiere como satisfactorio el Protocolo modificativo hecho «ad referendum» en Madrid el 16 de marzo de 1999, en el que consta:

“Su Majestad la Reina Regente de España, en nombre de su Augusto Hijo D. Alfonso XIII, y su Excelencia el Presidente de la República de Colombia, deseosos de favorecer la recta administración de justicia y evitar que sus respectivos países sirvan de refugio para eludir la represión y castigo de los criminales o delincuentes, han juzgado conveniente celebrar el presente Convenio, y al efecto han nombrado como Plenipotenciarios

Su Majestad la Reina Regente de España, a D. Bernardo J. de Cologan, su Ministro residente en Colombia, y su Excelencia el Presidente de la República de Colombia, al Sr. D. Marco Fidel Suárez, Subsecretario de Relaciones Exteriores, encargado del despacho.

Quienes, después de haberse comunicado sus respectivos plenos poderes, y hallándolos en buena y debida forma, han convenido en los artículos siguientes”

Bernardo J. Cólogan, como decano de los embajadores extranjeros en Pekín, ante la China Imperial de la Emperatriz Cixí, dirigió las negociaciones y firmó en nombre de España, junto con los plenipotenciarios de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Estados Unidos de América, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón, Países Bajos, Rusia y los representantes de China, su Alteza el Príncipe Yi-K’ouang y su Excelencia el Conde Li-Hong-Tchang, el Tratado de Xinchou o Protocolo Bóxer el 7 de septiembre de 1901, lo que se llevó a cabo en la embajada española. Dicha negociación le hizo merecedor de reconocimientos por parte de muchos países, incluida la China Imperial que le distinguió con la Gran Cruz de Primera Clase de la Orden del Doble Dragón de China (año 1901), y según una leyenda también le regaló dos esculturas de leones de piedra. De ahí que, su cuadro, hoy en día, se puede contemplar en la embajada española en Pekín y se conozcan como “los leones de Cólogan” los que custodian su entrada, aunque los que existen en la actualidad realmente fueron un regalo del que fuera Ministro en Pekín entre 1924 y 1936, Justo Garrido, tal y como han escrito los que han sido Embajadores de España en China, Eugenio Bregolat y Manuel Valencia, en el prólogo del libro del ingeniero industrial e investigador Carlos Cólogan Soriano: Bernardo Cólogan y los 55 días en Pekín.

Su carrera diplomática la desarrolló con destinos en cuatro continentes y se le ha llegado a calificar como un diplomático de película, no sólo por haber vivido el levantamiento de los Bóxers de la película “55 días en Pekín” y haber compuesto la partitura del Vals de los Bóxers durante el asedio, que le dedicó a su hija como recuerdo de lo ocurrido, como cuenta el diplomático y escritor Luis Valera y Delavat en su libro “Sombras chinescas. Recuerdos de un viaje al Celeste Imperio”, sino por todo lo que vivió, como, entre otras cosas, la crisis política de México con el triunfo de la Revolución maderista y la renuncia de Porfirio Díaz, la Decena Trágica junto con el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, y la revolución constitucionalista; el haberse batido a un duelo de pistolas en Atenas cuando fue nombrado joven de lenguas de la legación española; en Constantinopla como secretario de la legación española, y cuya estancia coincidió con la inauguración del Canal de Suez; en Caracas, cuando vivió el conflicto en abril de 1872 de la fragata acorazada Arapiles con el navío americano llamado Virginius; y también estuvo destinado en Tánger, Washintong D.C. y Buenos aires, e incluso en el Reino de Siam al mismo tiempo que en China.

Durante su larga carrera diplomática recibió numerosas distinciones, como la Cruz de Caballero de la Orden de Medjidié de Turquía (año 1870); Comendador de Número de la Real y Distinguida Orden de Carlos III (año 1872); la Medalla de segunda clase del Busto del Libertador de Venezuela Simón Bolívar (año 1874); la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (año 1891); la Gran Cruz de la Orden del Cristo de Portugal (año 1897); Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia (año 1901); la Gran Cruz de primera clase de la Orden del Águila Roja de Prusia (año 1901); la Gran Cruz de la Orden de la Estrella Polar de Suecia (año 1901); la Gran Cruz de la Orden de Santa Ana de Rusia (año 1902); la Gran Cruz de la Orden de Leopoldo II de Bélgica (año 1902) y la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar con distintivo blanco (año 1902).

Por otro lado, su hermano Leopoldo, que fue agregado militar en la legación española en Berlín y, según los periódicos de la época, llegó a recibir el ofrecimiento del Emperador de Alemania y Rey de Prusia, Guillermo I, para incorporarse al ejército prusiano, formó parte de la embajada extraordinaria enviada por España para la coronación del Zar Alejandro III de Rusia en el año 1883, tal y como se aprecia en la fotografía; mientras que, su hermano Juan, como militar ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, estuvo destinado en las Islas Filipinas y en Tokio, donde el Emperador Mutsuhito le concedió la Cruz de Oficial de la Orden del Sol Naciente (año 1898), y formó parte de la comisión que representó al ejército de España en la Exposición Universal de Chicago en el año 1893, que tuvo como tema el cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón.

Fuentes:

1.- Archivo Cólogan Rodríguez de Azero.
2.- Archivo Cólogan Soriano (Fotografías del “Álbum de Bernardo Cólogan” de Carlos Cólogan).
3.- Cólogan Soriano, Carlos. “Bernardo Cólogan y los 55 días en Pekín”. 2015.
4.- Cólogan Soriano, Carlos. “Los Cólogan de Irlanda y Tenerife”. 2010.
5.- Wikipedia. La enciclopedia libre.
6.- Piera, Carlos. Artículo “Bernardo Cólogan un diplomático de película”. Marzo 2014. Revista Carta de España. 702. Ministerio de Empleo y Seguridad Social.